Durante cuatro días de diciembre, las Tres Chimeneas de Sant Adrià de Besòs dejaron de ser solo un icono del brutalismo industrial del área metropolitana de Barcelona para convertirse en algo más raro y difícil de conseguir: un punto de peregrinación global para la electrónica oscura, experimental e industrial. Allí, entre torres de hormigón, humo frío y luces mínimas, Ombra Festival celebró su séptima edición y firmó su consolidación definitiva.
No fue solo una sensación: hablaron los números. 8.000 asistentes a lo largo de los cuatro días, un crecimiento del 33% respecto al año anterior, varios sold out y un dato especialmente revelador: un 40% de público internacional, 16 puntos más que en 2024. Ombra ya no es “ese festival de culto” al que se llega por casualidad: es un destino marcado en rojo en el calendario de una comunidad global muy específica.
Las Tres Chimeneas, de paisaje industrial a hogar estable
Del 4 al 7 de diciembre, Ombra se convirtió en el primer festival cultural en ocupar durante cuatro días consecutivos el recinto de las Tres Chimeneas. Lo que en otros contextos podría haber sido solo un “venue espectacular” aquí funcionó casi como una declaración de intenciones: una arquitectura dura, industrial, dialogando con una música igual de áspera, tensa y física.
La apuesta no era menor. La zona, históricamente periférica en lo cultural, se vio de repente en el centro de un relato internacional gracias al festival, con el apoyo del Departament de Cultura de la Generalitat de Catalunya, el Consorci del Besòs, el Ajuntament de Sant Adrià de Besòs y el Ajuntament de Barcelona. Todo apunta a que este será el hogar estable de Ombra en los próximos años, aunque todavía quede trabajo institucional por cerrar.

Un festival sin incidentes en tiempos de saturación nocturna
En un contexto donde la noche suele ir acompañada de relatos de robos, agresiones y caos, uno de los datos más llamativos de Ombra 2025 no tuvo que ver con el sonido, sino con la convivencia. Según los informes oficiales de seguridad, el festival se desarrolló sin incidentes, sin robos y sin agresiones. Tanto los Mossos d’Esquadra como el dispositivo de seguridad privada felicitaron a la organización por el comportamiento del público.
No es casualidad: Ombra lleva años construyendo un modelo propio. La mayor parte de la programación se concentra en horario diurno, lo que cambia por completo la energía del recinto. Las noches más crudas se desplazan a un espacio profesionalizado y preparado para ello, la Sala Upload, donde todas las sesiones de Ombra By Night colgaron el cartel de sold out. A esto se suma una comunidad que el festival reivindica como “fiel, inclusiva, madura y respetuosa”, un dispositivo de seguridad discreto pero visible y canales de comunicación activos vía Telegram, Instagram y equipo in situ.
El resultado no solo valida el experimento: demuestra que Las Tres Chimeneas pueden acoger un festival de este formato “con total seguridad y respeto”, abriendo la puerta a seguir trabajando con las instituciones para asegurar la continuidad del proyecto en esta ubicación.
Conciertos que se quedan en la memoria
En lo estrictamente musical, la edición de 2025 ha sido una de las más celebradas por público y crítica. Ombra ha terminado de definirse como un espacio donde conviven la arqueología industrial, el darkwave más dramático y las mutaciones contemporáneas de la electrónica de club.
Uno de los momentos más comentados fue el directo de Robert Leiner presents The Source Experience, ya señalado por muchos asistentes como uno de los mejores sets en la historia del festival: una lección de tensión y liberación, pulso atemporal y sonido quirúrgico.
El dúo Die Anstalt llevó el imaginario industrial a su máxima crudeza: ritmos mecánicos, actitud frontal y una energía que conectó de lleno con el contexto brutalista del recinto. Schicksal, por su parte, firmó un regreso tan emocional como contundente, un set que funcionó casi como un ajuste de cuentas con la historia reciente de la escena.

En clave darkwave, Aux Animaux transformó la sala en una suerte de ritual dramatúrgico, un espacio de oscuridad controlada donde cada gesto parecía coreografiado para amplificar la intensidad emocional. Del lado local, Fotocopia rubricó un triunfo visceral, confirmando que el talento de proximidad no es un complemento, sino uno de los pilares del relato de Ombra.
El electro encontró su ritual hipnótico de la mano de Jauzas The Shining, mientras NX1 volvió a demostrar por qué son uno de los proyectos con más proyección internacional surgidos de la escena barcelonesa: contundencia de club con ADN local. El cierre del sábado corrió a cargo de Serx Einheri, cofundador y director atmosférico de Ombra, con un set que muchos describieron como “legendario”, cargado de guiños a la historia del propio Ombra.
En el apartado más histórico, la reunión de Philadelphia Five tras 30 años tuvo un peso simbólico evidente. La banda belga no dudó en afirmar que nunca habían vivido un evento comparable y que “Ombra está haciendo historia”. Test Dept, emblema del industrial político y combativo, terminó de cerrar el círculo, enlazando pasado y presente de una escena que siempre ha tenido un pie en la resistencia.
A su lado, nombres como Boris Divider, Sansibar, Orphx, Damage Code, Ortrotasce, Silent EM, Front de Cadeaux, Rotten Kids, entre muchos otros, completaron un cartel que equilibraba culto, descubrimiento y músculo de escena.
Mucho más que un festival: pensamiento, práctica y comunidad
Antes de que Las Tres Chimeneas se encendieran, Ombra activó su otra cara: la del espacio de reflexión y encuentro. El 3 de diciembre, Bridge 48, sede oficial de las actividades paralelas, colgó el cartel de completo con una jornada dedicada al pensamiento y las prácticas culturales de la escena.
Hubo podcast en directo de Piza i Fontanals, con el director del festival, Raúl Gayo, junto a HD Substance; una mesa redonda sobre “Programar con identidad en el panorama actual” con representantes de Human, Mostra, Lapsus y Urban Legend Records; y la proyección del documental The Sound of Progress (1986), comisariada por Cathode Cinema. Más que un complemento, esta programación consolida a Ombra como un proyecto que entiende la música como cultura y no solo como entretenimiento.

El ecosistema se amplía con colaboraciones artísticas y culturales de largo recorrido: Cathode Cinema se encargó de la curaduría de cine y la ambientación de la Cathode Zone, Befaco Synths lideró un taller y jam comunitaria en Megabreakz, Sona Zonora trasladó al festival uno de los podcasts de electrónica de mayor crecimiento en el Estado, y Bridge 48 se consolidó como base de operaciones intelectuales del proyecto.
De festival de culto a destino internacional
Más allá del volumen, importa el tipo de atención: la presencia del festival en publicaciones de arquitectura, viajes y cultura general sitúa a Ombra como un proyecto multidisciplinar y de destino. No es solo “un festival más en Barcelona”, sino una excusa para viajar hasta Sant Adrià de Besòs y conocer un territorio a través de su vanguardia musical. Hasta el punto de que National Geographic ha recomendado explícitamente acudir a Ombra, situando el municipio en el mapa global de citas imprescindibles para la música experimental e industrial.
Cultura de resistencia en la periferia
En un momento de macrofestivales, carteles clónicos y recintos despersonalizados, Ombra insiste en otro camino. El festival se reivindica como agente activo en la descentralización cultural y en la defensa de un modelo alternativo a los grandes formatos: profesional, sí, pero arraigado en comunidades pequeñas, cuidadas y muy específicas.
Año tras año, el proyecto ha ido cultivando un ecosistema propio, una cultura de resistencia que no se limita a programar “música rara”, sino a proponer otra forma de habitar y activar el territorio. La elección de Sant Adrià, la recuperación simbólica de un paisaje industrial y la construcción de una comunidad transnacional alrededor de sonidos oscuros y no hegemónicos son parte de ese gesto.
Tras la edición de 2025, esa singularidad ya no se queda en círculos especializados: se ha filtrado al relato global. Ombra ha dejado de ser un secreto a voces para convertirse, directamente, en una cita de referencia.
Y ahora, ¿qué?
Con los aforos al límite, una comunidad fidelizada y un nuevo espacio que apunta a continuidad, el festival mira ya hacia su octava edición. Los abonos Early Birds para 2026, las entradas “a ciegas” a precio reducido, se pondrán a la venta a principios de enero, apuntando a que el relato no solo continúa, sino que se acelera.
Si algo ha demostrado Ombra 2025 es que todavía hay espacio para los festivales que no persiguen la masificación, sino la intensidad; que la excelencia internacional puede nacer de comunidades pequeñas; y que, a veces, la vanguardia se construye lejos de los focos habituales, a la sombra de tres chimeneas mirando al mar.

