Gracias por aceptar esta entrevista. Para empezar, ¿cómo te presentarías hoy?
Soy Franc, un artista francés afincado en Barcelona. Bajo el nombre de Hayden F, produzco música electrónica, principalmente techno, y llevo involucrado en varios proyectos culturales desde hace unos quince años, entre ellos Silencio, un proyecto que lancé en 2022.
¿Cómo le explicarías a alguien que nunca te ha escuchado quién es Hayden F, tanto dentro como fuera de la música?
Hayden F es un alias, una extensión de mí mismo dedicada por completo a la música. A través de este proyecto exploro distintas facetas del techno, inyectando mis obsesiones, mis dudas, mis influencias. Fuera de la música, soy una persona curiosa, atraída por las formas de arte que nos sacuden y por las experiencias humanas.
Si tuvieras que definir tu estilo en pocas palabras, ¿cómo lo describirías? ¿Hay algún término o concepto que te parezca injusto o limitante cuando otros definen tu música?
Siempre me ha costado etiquetar mi música. Los géneros pueden ser útiles para los algoritmos, pero no tanto para los artistas. Lo que sí puedo decir es que mis temas buscan un cierto groove, una carga emocional, a veces melancólica, a veces hipnótica. Busco un equilibrio entre lo íntimo y lo percusivo. La música de club también puede ser un lenguaje introspectivo. Me alimento de muchas influencias, que evolucionan con el tiempo, lo cual hace que mi sonido sea difícil de clasificar. Y eso me gusta.
¿Recuerdas la primera vez que pensaste: “esto es lo que quiero hacer”? ¿Fue un momento nítido, algo gradual… o aún tienes dudas hoy?
Siempre he tenido una relación intensa con la música. De niño tocaba el violín, la guitarra, la batería. Pero fue en la adolescencia, cuando descubrí la electrónica y los primeros clubes, que algo cambió. No era solo una pasión, era una llamada. Entendí que quería ser DJ, productor, pero también trabajar en el ámbito cultural en un sentido amplio. En ese momento todo cobró sentido.

En tu trabajo sueles hablar de romper paradigmas. ¿Cuáles sentiste que debías romper tú, de forma personal o artística, para poder crear y sostener un proyecto como el tuyo?
Uno de los paradigmas que intento romper es el de la eficacia. A menudo se espera que un proyecto artístico sea inmediatamente comprensible, rentable y espectacular. Creo que el arte necesita algo más: sombra, lentitud, ambigüedad. Crear es arriesgarse a no gustar de inmediato. También es enfrentarse al fracaso. Pero he aprendido a considerarlo como un material, forma parte del proceso. Cada falso comienzo, cada decepción me ha permitido reorientar mi mirada, afinar mi visión. Al final, lo que importa es la coherencia interior, no la validación exterior.
Dicen que los productores electrónicos viven de noche casi por obligación. ¿La noche, para ti, es un refugio, un campo de juego, un espejo… o ninguna de esas cosas?
Para mí la noche es un terreno de juego. Es un espacio donde caen las máscaras, donde desaparecen las reglas. Uno se vuelve más libre, más fluido. Es un momento fugaz en el que nos permitimos experimentar y sentir de otra forma. Creo que la noche revela a las personas, no solo sus ganas de fiesta, sino también su fragilidad, sus deseos más profundos. Hay una verdad en la oscuridad. Es ahí donde las cosas vibran sin filtros, donde las emociones son más crudas.
Y, en ese vaivén de emociones y contextos, ¿alguna vez has querido dejarlo todo? Si lo has sentido, ¿qué fue lo que te retuvo: el arte, las personas, la ciudad…?
Sí, me ha pasado varias veces. Crear implica una tensión constante entre la visión que tienes y los obstáculos que encuentras. Ha habido momentos de dudas profundas, después de fracasos o durante períodos de vacío creativo. ¿Qué me ha hecho quedarme? A veces un detalle, un momento inesperado. Recuerdo una noche en la que Richie Hawtin pinchó mi tema “Urban Pressure” en Fabric London. No me lo esperaba. Fue como una señal, una chispa que volvió a encender el motor.
Hablando de ciudades, tienes una relación especial con Barcelona. Has dicho que es tu segundo hogar. ¿Qué ha despertado o cambiado en ti esta ciudad? ¿Qué te da que no encuentras en otros sitios?
Barcelona es mi segunda casa. Es una ciudad que me ha ofrecido oportunidades que quizás no habría tenido en otro sitio. Su energía es única: creativa, luminosa, caótica, imprevisible. Me ayudó a salir de una visión demasiado estructurada del éxito. Aquí se improvisa, se intenta, se falla, se vuelve a empezar. Esa libertad me ha alimentado. Me enseñó que uno también puede construirse desde el movimiento, desde el desorden, y que a veces eso es más auténtico.
¿Tienes algún lugar aquí, en Barcelona, que para ti no se parezca a ningún otro?
Montjuïc es mi refugio. Es un espacio suspendido entre naturaleza, arquitectura y memoria. Cuando estoy allí arriba, la ciudad parece distante, casi silenciosa. Es un lugar ideal para frenar, meditar, recuperar perspectiva. Literalmente y en sentido figurado. Desde lo alto, los problemas toman otra forma. Se disuelven en el horizonte.
¿Qué significa ese espacio en tu proceso creativo o vital?
Es vital. Muchas veces creemos que cuanto más tiempo dedicamos a crear, mejores serán los resultados. Pero la intensidad no garantiza nada. A veces son los momentos de pausa los que despiertan las verdaderas ideas. Crear también es saber interrumpirse. El silencio puede ser más fértil que el ruido.
Centrémonos ahora en tu rol como fundador de Silencio. ¿Cómo nació el proyecto? ¿Cuál fue tu motivación inicial y cómo ha evolucionado desde entonces?
Silencio nació de una necesidad personal: la de crear un espacio donde converjan la música, el arte y la experiencia colectiva. Es el resultado de varios años observando, aprendiendo, organizando. La idea original era crear un proyecto inmersivo, sensible, casi filosófico. Tras su lanzamiento en Toulouse en el Bikini, el proyecto fue evolucionando, creciendo, tambaleándose a veces. Pero la visión sigue intacta: un espacio libre, elegante y abierto.
¿Quién forma parte actualmente del colectivo? ¿Crees que el grupo ha adquirido una identidad propia, independiente de tu visión, o sigues siendo su eje central?
El colectivo está en constante evolución. Alrededor de diez personas colaboran, aunque ese número varía. Lo importante es la energía común. Tengo la suerte de estar rodeado de personas apasionadas, con talento, que comprenden el ADN del proyecto. La independencia se construye con confianza. Cuanto más aportan los miembros su propio imaginario, más autónomo se vuelve el proyecto.
Mencionaste que querías romper los paradigmas que nos frenan. ¿Cómo se traduce ese enfoque en la estética y la filosofía de Silencio? ¿Qué tipo de música o mensaje quieres promover?
En un mundo que va demasiado rápido, Silencio propone frenar. En un mundo saturado de estímulos, buscamos crear espacios de silencio en medio del ruido. No es una contradicción, es una elección: transformar el instante en experiencia. Nuestro objetivo es involucrar a las personas en este proceso, que no vengan a consumir, sino a atravesar algo.

En un mundo donde cada vez más artistas buscan destacar, ¿crees que para existir hay que exponerse? ¿O hay otra manera de dejar huella hoy en día?
Hoy en día, la exposición forma parte del juego. Pero me niego a pensar que sea un fin en sí mismo. No importa tanto estar bajo la luz, sino qué muestras cuando estás ahí. Veo a menudo cómo se fuerza una presencia constante en redes, como si la visibilidad por sí sola fuera una forma de valor. Publicar por publicar, hablar sin decir… todo eso acaba siendo más ruido. Y aunque entiendo las lógicas que nos empujan a eso, no puedo seguirlas.
Creo que aún es posible dejar huella desde la constancia, la sinceridad, la coherencia. Lo esencial es ser fiel a lo que uno quiere decir, aunque eso tarde más en llegar a los demás. Prefiero el silencio a la impostura.
Pasando al presente: has trabajado en muchos proyectos y colaboraciones distintas. ¿Cuál dirías que es el mayor desafío creativo al que te enfrentas hoy? ¿Todavía sabes crear sin presión?
El mayor desafío hoy es mantenerse alineado. Entre las exigencias de producir rápido, ser visible, responder a la demanda… es fácil perderse. El verdadero trabajo es seguir creando por las razones correctas, sin ceder al ruido exterior. Mantener una dirección clara en un mundo borroso.
¿Todavía puedes crear sin presión?
Sí, y es en esos momentos cuando surgen las cosas más auténticas. Pero esa libertad es frágil. Nos imponemos objetivos, queremos hacerlo mejor, más fuerte, más profundo… Lo cual es sano, hasta que se convierte en una jaula. La clave está en saber reconocer ese punto de inflexión.
Cuando fluyen bien las cosas, ¿sientes que el arte realmente puede cambiar vidas —incluida la tuya—, o crees que solo les da un filtro? ¿Qué función tiene, para ti, el arte?
No creo que el arte «cambie» la vida como una operación directa. Deja huellas, mutaciones microscópicas. Es una grieta en lo real, un espacio donde otras reglas son posibles. No transforma la vida de manera visible, pero puede cambiar su textura poco a poco. Abre ventanas. Autoriza a soñar, a atreverse. Cada obra revela una parte desconocida que abre la puerta a algo nuevo.
¿Cómo haces para mantenerte sincero en un entorno que cada vez presiona más hacia el packaging, la imagen o el branding?
Ser sincero no es difícil. Lo difícil es asumir plenamente quién eres. Hoy en día todo nos empuja a crearnos una máscara, una línea editorial, un storytelling. Pero, sin embargo, la sinceridad es lo más reconocible. Se percibe enseguida cuando alguien suena auténtico. Prefiero una disonancia sincera que una armonía vacía. La imperfección humana me conmueve más que las imágenes perfectas.
De cara al futuro, ¿qué te gustaría explorar o romper ahora? ¿Qué nuevos paradigmas tienes en el punto de mira?
Ahora mismo estoy desarrollando un proyecto en vivo más experimental, fuera del marco techno. Quiero explorar la imagen, la narración, la sensación física del sonido. Crear algo que vaya más allá de un concierto. Un espacio entre instalación, performance y ritual. Y me encantaría colaborar con artistas de otras disciplinas para generar un diálogo entre lenguajes distintos.
Por último, ¿qué te gustaría que quedase de tu música y de Silencio Collective dentro de 10 años? ¿Piensas en legado, o prefieres perderte en el presente?
No pienso en términos de legado, sino de huellas. La música deja marcas invisibles. Si mis temas o los temas de Silencio siguen resonando en la mente de unas pocas personas, eso ya es suficiente. Lo demás ya no me pertenece. Lo que me emociona es la idea de que algo que lancé pueda, algún día, despertar otra cosa en otro lugar.
Muchas gracias por compartir tu tiempo con nosotros Franc, seguiremos de cerca tus pasos y los de tu colectivo. Te deseamos suerte
¡Gracias a vosotros!